La nueva agenda empresarial: el posconflicto
En Colombia, un asunto como la firma de un tratado de paz se convirtió en una contienda llena de intereses políticos. El propósito de esta opinión es presentar algunas reflexiones que nos ayuden a construir una agenda empresarial de cara al posconflicto.
El fin de una guerra, cualquiera que sea su naturaleza, es una magnífica oportunidad para generar consensos y unidad en la sociedad. Por ejemplo, Japón, después de la destrucción y el pesimismo de la Segunda Guerra Mundial logró construir una sociedad sobre unas nuevas bases culturales: el trabajo, la educación y el comercio exterior. En Colombia, el fin del conflicto armado es una oportunidad para fomentar un consenso alrededor de unos valores y principios sociales como la búsqueda de la equidad social y la promoción de la igualdad de oportunidades.
¿Cuál es, entonces, el papel de los empresarios frente al posconflicto? En primer lugar, deben ser capaces de superar la polarización. Quiere decir que es fundamental salir de la lucha política en la que algunos sectores apuestan por el fracaso de las negociaciones. Recordemos que muchas de las ofertas políticas son producto de la lógica del poder, en el que las banderas políticas generan votos. Por ejemplo, en Cataluña, muchos actores políticos fomentan la separación de España porque eso genera réditos electorales y económicos. En nuestro país, debemos dejar de ver el proceso de paz en blanco y negro y empezar a reconocer sus matices y sus contradicciones.
En segundo lugar, los empresarios deben ser capaces de rediseñar y reformular sus finalidades empresariales. Esto significa que la empresa colombiana debe apostarle a la construcción de una sociedad más justa. Para lograr este cometido, hay que abandonar uno de los más conocidos mantras empresariales que señalan que la finalidad de las empresas es ganar dinero hoy y en el futuro. A nuestro juicio, esta es una visión miope, reduccionista y generadora de egoísmo social, dado que las empresas cumplen funciones económicas, sociales y, también, ambientales. Nuestras investigaciones en Inalde Business School confirman que las empresas justas y responsables con la sociedad y el medio ambiente logran su continuidad en el largo plazo y se constituyen, en sí mismas, en legados y modelos para las generaciones futuras. A la cultura empresarial le ha hecho daño la expresión de Friedman, premio Nobel de economía, quien señalaba que el deber de los directivos era hacia sus accionistas, lo cual deslegitimó la posibilidad de entender la empresa como un agente de transformación social.
En tercer lugar, debemos aprender a vivir la virtud social de la reconciliación. Una sociedad llena de odios y resentimientos es incapaz de construir un destino común. El mejor ejemplo de reconciliación lo dejó el expresidente Mandela en Sudáfrica quien logró unir a su nación a partir del perdón a sus victimarios y, sobre todo, renunciando a la venganza personal cuando era presidente. Por este motivo, debemos aprender a reconciliarnos con aquellos que durante tantos años le hicieron daño al país, porque la mejor manera de resolver los conflictos y las diferencias políticas en una sociedad es tramitando estas luchas dentro de las instituciones y la democracia.
En cuarto lugar, debemos fomentar una cultura de la legalidad en la que superemos la cultura del avivato en lo social y del home run en lo económico. Es decir, el buscar aprovecharse de los demás y de querer generar una fortuna de un solo golpe sin tener que trabajar. Para lograr esto, necesitamos un sistema educativo que fomente la ética del trabajo y de la integridad y un sistema social basado en el bien común y la solidaridad.
En quinto lugar, el país necesita una mirada empresarial diferente al campo, lo cual significa invertir en formación, tecnología e infraestructura en zonas agrícolas para aumentar la productividad y la generación de riqueza social en los territorios. La formación, especialmente, la técnica y tecnológica debe ser un asunto de todos.
En conclusión, el posconflicto ofrece para todos los colombianos unas oportunidades muy grandes para construir un consenso y unidad para el país, en el que tengamos una profunda preocupación por la equidad social y por el respeto a la vida. Lo anterior significa entender que el verdadero triunfo de la política colombiana es la paz, porque como decía Clausewitz: la política es la continuación de la guerra por otros medios y, en este caso, los medios son las instituciones, los partidos políticos y la democracia.
Por estas razones, considero que debemos pensar en una agenda empresarial para el posconflicto y, como lo hicieron otros países, construir unos acuerdos nacionales para el resurgimiento de una sociedad más justa y pacífica, que se traduce en un compromiso de las empresas, los gremios, las universidades en formar a los empleados, apoyar iniciativas sociales y difundir unos valores sociales como la unidad, la solidaridad y el trabajo. Este es el momento y la oportunidad que no podemos desaprovechar. Las críticas deben ir encaminadas a mejorar el proceso y no a boicotearlo y destruirlo.