Reflexiones para un CEO. Adrian Fernandez: Historia de un CEO.
Me impresionó y me dio mucho pesar la muerte del directivo Adrián Fernández. Sus últimas entrevistas reflejaban la angustia de un ser humano que era consciente de sus equivocaciones y también un ser humano con enormes deseos de salir adelante, desafortunadamente Adrián murió cuando estaba encontrando la paz y el sosiego de una nueva vida sencilla y familiar, lejos de la fama y el éxito.
Adrián Fernández fue uno de los CEOs más exitosos de nuestro país por sus extraordinarios logros económicos entre el 2001 y el año 2009 en la empresa Comcel. La historia de Fernández es la historia de un hombre que alcanza todo el poder, toda la fama y toda la riqueza que soñó, pero también es la historia de un CEO que perdió su salud, su familia, su tranquilidad y sobre todo, su identidad. Desafortunadamente, la historia de Fernández se parece mucho a la historia de muchos directivos colombianos que triunfan en los negocios pero fracasan en su vida: rompen con su matrimonio, pierden los vínculos con sus hijos, o renuncian a sus principios.
¿Por qué le sucede esto a los directivos? Por la combinación de tres factores que combinados conducen a equivocadas decisiones que conllevan al fracaso profesional y personal. Estos factores son personales, empresariales y culturales. El factor personal induce a la persona al error de creer que la finalidad de un directivo es el logro del poder y la riqueza, por ejemplo a Adrián Fernández esta idea lo llevó a convertirse en un trabajador incansable. El factor empresarial lleva al directivo a creer que la única finalidad de la empresa es la generación de utilidades, lo cual se traduce en la creencia en la que el número final del ejercicio es el que prueba la idoneidad de su gestión y el factor cultural que conduce a la idea que lo que importa en la sociedad son los resultados: el éxito sin importar la manera cómo se consiguen esos objetivos. Es decir, lo que le sucedió a Fernández fue la combinación de un deseo desordenado de riqueza y poder, una cultura empresarial enfocada a premiar el resultado económico y una sociedad que nos cautiva y –al mismo tiempo- estimula el consumismo, el materialismo y el hedonismo.
¿Cuáles son las causas de este problema? En primer lugar, la difusión de una antropología del éxito y una cultura de la superación que estimula a las personas a lograr resultados y a construir una falsa idea de “éxito”, y como consecuencia se genera la idea que el éxito se mide por la adquisición y consumo de bienes y, por otro lado se prescinde de valores, principios y normas legales con tal de obtener el éxito. En segundo lugar, tiene que ver con lo que estamos enseñando en las universidades, porque estamos incentivando el emprendimiento y la creación de empresa con la idea que el fin de la empresa es generar utilidades hoy y en el futuro. Esto no quiere decir que la empresa deba renunciar a una de sus funciones sino que se trata de entender el concepto de empresa desde una perspectiva amplia como agente de transformación social. En tercer lugar, el capitalismo como sistema social se ha ido distorsionando y como consecuencia ha perdido y olvidado los factores que contribuyeron a su éxito. Es decir, el capitalismo de los Estados Unidos en el siglo XIX fue exitoso gracias a que detrás de la idea de empresa había valores, una ética del trabajo y una religión (protestantismo puritano) que ponía límites a conductas excesivas que podían excederse como el individualismo y el consumismo (Bell 2010). Este argumento se refleja en un sistema social donde el juez, el político, el directivo y el empresario terminan seducidos por la codicia y, como consecuencia se convierten en el centro del escandalo por corrupción y, por ende, de riqueza injustificada.
¿Qué debemos hacer? Lo primero es aprender de los errores de Adrián Fernández. Adrián construyó su vida sobre los valores del éxito y olvidó otras realidades de la persona como la familia, el significado del trabajo y los deberes de un directivo con la sociedad. En segundo lugar, debemos fomentar la idea que el fin de la empresa no es solo para ganar dinero sino que su misión trasciende lo económico y, finalmente debemos lograr que nuestro sistema económico-el capitalismo- sea controlado y limitado en sus excesos como el consumismo y el materialismo por los valores como la templanza, la responsabilidad con lo demás y con el medio ambiente.
El verdadero significado de un CEO exitoso es de aquel que se centra en el carácter por encima de la personalidad, en la integridad por encima del estilo (George 2007). Es aquel que sin decirlo se convierte en un modelo para los demás basado en su coherencia y compromiso con la sociedad. Un CEO exitoso se reconoce por sus normas internas de excelencia, porque sus acciones no dejan oír sus palabras como decía Emerson.
@jorgeivangomezo
Jorge Iván Gómez
Profesor INALDE – Universidad de La Sabana
Publicado el 16 de Julio de 2005 en Dinero.com
Hola Iván, muy interesante el articulo, yo trabaje del 2010 al 2012 en Comcel y se decia que era gracias a Adrian Fernandes que Comcel es hoy por hoy la empresa que es – la 2da empresa más grande despues de Ecopetrol.
La pregunta que quiero plantear en este momento es ¿Como podemos como directivos darnos cuenta que el camino que estamos tomando no es el correcto? Es decir, nuestra razón nos puede engañar (podemos obligarnos a razonar de una determinada forma para justificar nuestra actuación) y aun así solo es hasta el final que nos damos cuenta que nos equivocamos….cuando muy seguramente ya es muy tarde.
En este mundo de solo color gris, no puedo imaginarme el actuar con excelencia que mencionas en el articulo. Recuerdo una clase del profesor Rolando precisamenete este fin de semana que al hombre de negocio se le juzga con el paradigma del “Buen Padre”. Pero parece ser que la vida se burla de nosotros y la historia nos dice que o se es un buen directivo/empresario o se es un buen padre, pero no las dos cosas.
Saludos,
Hola Ricardo:
Gracias por el comentario. Parte del reto como directivos es desarrollar la virtud de la prudencia que consiste en mejorar nuestra capacidad de tomar decisiones personales y empresariales de cara a la circunstancias y al bien personal y común en las organizaciones. El buen padre es el símil del hombre prudente.
Un gran saludo.
Jorge Iván