Lecciones de Francisco para los empresarios
El papa Francisco, está haciendo gala de las principales cualidades que debe tener un directivo: sencillez, comunicación, coherencia y en especial su preocupación por las cosas pequeñas.
En primer lugar, su sencillez para todos ha sido sorprendente. Pero detrás de esta convicción profunda hay un mensaje que ha querido transmitirnos. El papa está preocupado por el materialismo y el consumismo que vivimos. Este fenómeno lo ha denominado el antiguo culto al becerro de oro que “ha encontrado una imagen nueva y despiadada en el fetichismo del dinero y en la dictadura de una economía, que no tiene rostro. Hoy no manda el hombre sino el dinero. ¡El dinero debe servir y no gobernar!” Y es que, en nuestra sociedad la infelicidad viene por ahí, por la obsesión superficial de querer encontrar respuesta y sentido en las cosas.
En segundo lugar, su mensaje es claro y preciso. No ha cambiado en nada la línea comunicativa de sus antecesores. Sin embargo, quiere transmitir algo poderoso: Para ser santo, para buscar la santidad, llámese la máxima perfección humana posible, la excelencia no hay que ser una persona triste, extraña o apartada del mundo. El mensaje de santidad está dado por lo que Juan Pablo II señaló con precisión. La santidad no consiste en hacer cosas raras. Vale la pena citar este mensaje completo: dice Juan Pablo II: “Necesitamos santos sin velo, sin sotana. Necesitamos santos de jeans y zapatillas. Necesitamos santos que vayan al cine, escuchen música y paseen con sus amigos. Necesitamos santos que coloquen a Dios en primer lugar y que sobresalgan en la Universidad. Necesitamos santos que busquen tiempo cada día para rezar y que sepan enamorar en la pureza y castidad, o que consagren su castidad. Necesitamos santos modernos, santos del siglo XXI con una espiritualidad insertada en nuestro tiempo. Necesitamos santos comprometidos con los pobres y los necesarios cambios sociales. Necesitamos santos que vivan en el mundo, se santifiquen en el mundo y que no tengan miedo de vivir en el mundo. Necesitamos santos que tomen Coca Cola y coman hot-dogs, que sean internautas, que escuchen iPod. Necesitamos santos que amen la Eucaristía y que no tengan vergüenza de tomar una cerveza o comer pizza el fin de semana con los amigos. Necesitamos santos a los que les guste el cine, el teatro, la música, la danza, el deporte. Necesitamos santos sociables, abiertos, normales, amigos, alegres, compañeros. Necesitamos santos que estén en el mundo y que sepan saborear las cosas puras y buenas del mundo, pero sin ser mundanos”
En tercer lugar, su coherencia. El pedirle a todos los fieles encontrar en la frugalidad y austeridad las claves para vivir la vida moderna. En últimas el problema del capitalismo no es de acumulación de riqueza sino de concentración de egoísmos. De no combinar la vida empresarial con el sentido de la solidaridad y participación en la sociedad. Dice Francisco con mucho acierto: Desperdiciar alimentos es robar: “En muchas partes del mundo, no obstante el hambre y la desnutrición, se desechan los alimentos. Cuando la comida se comparte de modo justo, nadie carece de lo necesario. Los alimentos que se tiran a la basura son alimentos que se roban de la mesa del pobre, del que tiene hambre”
Ya Benedicto lo había advertido en Caritas in Veritatem: la economía de mercado no puede estar separada de principios como la solidaridad, el bien común o la subsidiariedad.
Y en tercer lugar, la preocupación por las cosas pequeñas. Cuenta en su biografía que gracias a sus primeras experiencias después del instituto entró a trabajar y allí con una jefa paraguaya que le devolvía el trabajo que él realizaba descubrió el valor de hacer su trabajo bien hecho. Porque el valor del trabajo bien hecho viene dado en no despreciar lo pequeño. El valor de alguien se acrisola con lo pequeño. Bien dice, San Josemaría Escrivá sobre este este punto: “La santidad grande está en cumplir los deberes pequeños de cada instante”
En la empresa, no es exagerado señalar que, así como nos preocupamos por los accionistas o por los resultados financieros, también debe merecer nuestra atención los baños, la luz de la planta, la comida en el casino o el bautizo del hijo de un operario.
Por ultimo, el Papa hace un llamado especial a la participación en la vida pública, dice Francisco: “Los cristianos no podemos lavarnos las manos, debemos meternos en política porque la política es una de las formas más altas de la caridad ya que busca el bien común. Los cristianos deben trabajar en política. La política es sucia, se dice. Pero ¿por qué? ¿Será porque los cristianos no se han metido en política con espíritu evangélico?”
¿No será que es el momento de dejar permear los mensajes de la Doctrina social de la Iglesia al mundo de la empresa y de la dirección y darle un sentido más trascendente a nuestras acciones directivas?
Jorge Ivan Gomez
Inalde, Business School